Acuerdo entre
cosechadores de uvas y bodegueros en Cafayate
El precio por gamela aumentó el 30% para la Vendimia 2011. Tras
intensas negociaciones, el sector de los trabajadores cosecheros vitivinícolas
obtuvo un aumento del 30% en el precio del tacho o gamela. De esta manera pasó
de $2,26 a $2,93, el de uvas tintas y de $1,15 a $1,50 el de blancas. Los
bodegueros también accedieron, durante el período de conciliación simple, al
pago proporcional de los ítems aguinaldo y vacaciones y señalaron que un
trabajador cosecha diariamente, en promedio, 30 gamelas de uvas tintas y el
doble de blancas.
Enrique Balderrama, secretario general del
Sindicato de Obreros y Trabajadores Vitivinícolas delegación Cafayate, expresó
que “llegamos a un acuerdo porque nuestro petitorio es razonable. Si bien solicitábamos
un aumento del 32% para las uvas tintas y 50% para las blancas, el acuerdo
alcanzado nos parece justo. Tal vez los porcentajes que solicitamos pueden
parecer altos a primera vista, pero hay que tener en cuenta que el salario del
trabajador de la uva en general es bajo”.
Por otra parte, vale la pena señalar que cada año
se profundiza la falta de personal para la cosecha, a pesar del notable
crecimiento del área explotada por el sector vitivinícola.
La problemática se genera, entre otras cosas, porque
el personal registrado por la patronal, tal como lo exigen las normativas
vigentes, para llevar a cabo la tarea no puede acceder luego a planes sociales,
ni a otro tipo de beneficios, a pesar de que la campaña de cosecha sea muy
corta.
Esto los pone frente a la disyuntiva de elegir
entre trabajar dos meses o cobrar un plan todo el año.
Fuente: Radio Salta. Jueves, 24
de febrero de 2011
Una vida nueva
(adaptación)
Por Horacio Verbitsky
Una de las grandes empresas
exportadoras de productos agropecuarios, a la que el Estado Nacional investiga
por evasión de impuestos, explotaba el trabajo esclavo de adultos y niños
traídos desde provincias del norte. Los alojaba en trailers de chapa, en los
que dormían hacinados de a veinte. La jornada laboral era de diez horas
incluido el día de Navidad, bajo el rayo del sol, sin luz, sin agua potable
salvo la que recibían en baldes. No podían salir de los límites de la propiedad
en la que trabajaban ni conocían cuál sería su remuneración. La paga se difería
para el último día del contrato informal, ya que no estaba registrado.
Mientras, les descontaban todo lo que consumían a precios tan exorbitantes que
nunca tenían un saldo favorable para cobrar. Les anotaban 80 pesos por una
bolsa de papas, 65 por una de cebollas, 54 por un pollo, 17 por un atado de
cigarrillos, ocho por un kilo de pan viejo y dos por recargar la batería del
celular. También se hallaron fideos con la leyenda del ministerio de Desarrollo
Social. Por un paquete, cuya venta está prohibida, los esclavos debían pagar 35
pesos. También se encontraron alimentos vencidos. El único dinero que
recibieron en las tres semanas transcurridas antes del allanamiento, fueron 12
pesos “para comprar pan dulce”. El ministro de Trabajo provincial, Oscar
Cuartango, dijo que los hechos descubiertos rozaban el crimen de lesa
humanidad.
Un campo de
concentración
El médico Julio Caraballo, director de
Bromatología de San Pedro, dijo a una radio local que las condiciones eran las
de un campo de concentración, con dos agujeros en el suelo como baños, sólo
aislados por una cortina cosida con bolsas de Nidera. También vio a un
adolescente que se bañaba con agua acarreada en un recipiente de agrotóxicos.
“Es para pasar de la indignación a las lágrimas”, dijo. El reclutamiento de personas
muy humildes se hizo en Santiago del Estero, con la promesa de trabajar en la
cosecha del maíz en Buenos Aires “en la mejor empresa”, en condiciones
laborales apropiadas y un buen salario. Un colectivo los trasladó en forma
directa hasta la estancia, de la que una vez que ingresaron no se les permitió
salir. Nidera les hizo saber que si alguien abandonaba el predio, toda la
cuadrilla de trabajo que integraba sería devuelta a su pueblo sin pago.
Consultado para esta nota el fiscal agregó que estas personas “ni sabían en qué
lugar estaban”.
Empresa líder
Nidera es una compañía transnacional, líder en el
mercado argentino de semillas y uno de los mayores exportadores de aceites, de
cereales y de oleaginosas. Su participación ronda el 10 por ciento del total de
las exportaciones argentinas de esos productos. En 1996, fue la primera que
obtuvo autorización para liberar al consumo humano y animal la soja transgénica
resistente al glifosato, durante la gestión como secretario de agricultura del
ingeniero Felipe Carlos Solá. Tiene tres centros semilleros, en Venado Tuerto
(maíz), Chacabuco (girasol) y Miramar (trigo y maíz). Creada hace noventa años
por comerciantes de granos de los Países Bajos, su nombre surge de la
combinación de las iniciales de los grandes mercados cerealeros en los que
actuaba entonces: Holanda (Netherlands) India, Alemania (Deutschland),
Inglaterra (England), Rusia y la
Argentina, donde Nidera Argentina se instaló en 1929. También
comercializa insumos agrícolas, opera en fletes marítimos y produce
fertilizantes, herbicidas y fungicidas. Posee terminales portuarios propios en
Rosario, Quequén y Bahía Blanca. En 2010 fue el sexto exportador de granos
(detrás de Cargill, Bunge, ADM, Dreyfus y Toeper) y el séptimo en los de
subproductos y aceites (detrás de Cargill, Bunge, AGD, Dreyfus, Molinos y
Vicentín). Nidera es la empresa líder en los mercados de semillas de soja y de
girasol, está en segundo lugar en el de maíz y en el tercero en el de trigo.
Según el ranking publicado hace seis meses por la revista Mercado, en 2009
Nidera Argentina facturó 3500 millones de pesos y ocupa el puesto 47 entre la
cúpula de las empresas que más venden. La Escuela de
Estadísticas de la
Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional
de Rosario estima que los salarios pagados por Nidera representan el 1,54 por
ciento de esa facturación.
Página/12, domingo, 2 de enero de 2011